sábado, 25 de abril de 2009

Fragilidad Ambiental de la Cultura


ANGEL M., Augusto (1995) La fragilidad ambiental de la cultura. Bogotá, editorial Universidad Nacional – Instituto de Estudios Ambientales (IDEA)

Nadie duda hoy, al final de esta primera década del siglo XXI, de la crisis ambiental, ni de que es una crisis global. Tal vez el acento deba colocarse en las características de la crisis ambiental global, que es una crisis civilizatoria, vale decir, toda la llamada civilización occidental está en crisis. Nos dice Ángel Maya: “El problema ambiental está, por lo general, mal planteado en la arena del debate teórico y en la acción práctica. No es un problema que atañe solamente a los ecosistemas naturales o que se pueda solucionar simplemente con medidas tecnológicas. Requiere la formación de una nueva sociedad”. Y agrega: “lo que diferencia el peligro actual de los anteriores es que éste se ha hecho planetario y se extiende a la totalidad del sistema vivo” por lo que la exigencia actual es la de “encontrar los instrumentos culturales adecuados para la supervivencia de la vida”.

Con este problema en mente, Augusto Ángel Maya escribe La fragilidad ambiental de la cultura, ensayo en el cual “intenta repasar la historia de la cultura, mirándola desde una perspectiva ambiental”. Encuentra lo difícil que es rastrear, desde esta perspectiva, “el estado de los ecosistemas y su influencia en la formación de los sistemas culturales, la transformación del medio debida a la orientación de la cultura y la manera como la naturaleza se venga de las construcciones culturales que sobrepasan sus propios márgenes ambientales” y reconoce esa limitación en su trabajo. La segunda limitación que encuentra depende del «método ambiental de análisis»” pues no es fácil, dice, escapar a de los reduccionismos: “La perspectiva ambiental está atrapada entre el reduccionismo biologicista y el sobrenaturalismo de las ciencias sociales” en que a la “naturaleza no se le concibe como un sistema, sino como una pista de baile para la fiesta humana”.

El método que asume Ángel Maya comprende tres aspectos o asertos. El primero que “la cultura se forma en la actividad transformadora del medio”, en lo cual le da razón parcial al determinismo geográfico que “es falso porque es incompleto” pues reduce la complejidad de las causalidades históricas. El segundo aspecto tiene que ver con “la manera como los sistemas culturales transforman su medio” en el cual se ha hecho énfasis en el impacto ambiental, como puede verse en todas las culturas agrarias. El tercer aspecto, “el más difícil de manejar” es la viceversa del segundo y en su concepto el más interesante: “la violencia de los impactos ambientales en las transformaciones de los sistemas culturales” y que traduce en la pregunta problemática: “¿Cómo medir la némesis de la naturaleza, la venganza muchas veces sutil pero con frecuencia violenta que derriba las culturas no adaptativas?”. En su trabajo cita algunos ejemplos, “que no dejan de ser hipótesis”: Los suelos salinizados que sepultan la Ur de los Caldeos, el problema de agua en las selvas del Petén de los mayas, las pestes de la Europa desnutrida del siglo XV, los valles deforestados del Himalaya…

El tercer aspecto no se reconoce ni se acepta y de allí surgen los sesgos del ambientalismo moderno. “No se quiere o se teme reconocer que la crisis ambiental está desafiando la estabilidad del sistema cultural en su conjunto. No es solamente el aparato tecnológico el que está en juego. No se trata tampoco de un problema exclusivamente ecológico. La naturaleza está amenazada conjuntamente con el hombre y con la cultura”. El ambientalismo, como se puede rastrear en las conferencias internacionales, se parapeta en las soluciones tecnológicas y “deja intactas las raíces económicas y sociales del problema ambiental. La sociedad actual, y esta afirmación se refiere principalmente a los países en desarrollo, “no está dispuesta a modificar los niveles de consumo y de acumulación que generan el cáncer ambiental que corroe la tierra”.

El sistema cultural, en la concepción de Angel Maya, “se adapta por medio de herramientas materiales” tanto como por medio de las organizaciones sociales y las formaciones simbólicas. Para el caso cita la esclavitud, responsable del deterioro ambiental en los imperios agrarios, y el derecho absoluto de propiedad, herencia del derecho romano, “raíz del despilfarro de recursos y del uso abusivo de los mismos”. Por eso, si hay solución y es la que propone, “la crisis ambiental moderna exige una nueva manera de comprender y de construir los sistemas culturales del hombre”. No basta la conciencia de la crisis ni el arrepentimiento por los daños causados, con la confianza en que la tecnología pueda solucionar los problemas, si no se repiensa “la totalidad de las formas adaptativas de la cultura, desde la tecnología hasta el mito”. Con esta afirmación concluye el ensayo Augusto Ángel Maya.

lunes, 13 de abril de 2009

Mágicas fotografías de El Amazonas perdido (The lost Amazon)










Testimonio de un mundo que ya no existe como lo registró el fotógrafo








Richard Evan Schultes (1915-2001) además de destacado etnobotánico del siglo XX que abre al mundo las puertas del estudio de plantas medicinales y sagradas del Amazonas y del mundo, se muestra como un perspicaz observador del ambiente y el contexto en que se desarrollan las plantas. Así lo muestran sus fotografías que expone en Bogotá en su centro de eventos la Biblioteca Luis Angel Arango del Banco de la República. Autor de libros paradigmáticos como Plantas de los dioses: orígenes del uso de los alucinógenos y El bejuco del alma: los médicos tradicionales de la Amazonia colombiana, sus plantas y sus rituales, el primero en colaboración con Albert Hofmann, y el segundo con Robert F. Raffauf, nos muestra en esta exposición su mirada ambiental de un mundo que para entonces (década del 40, siglo XX) era mítico y casi desconocido. Hacia apenas un poco más de una década que José Eustasio Rivera había publicado su novela de la selva La Vorágine.

Apenas iniciado el primero de estos dos libros, Schultes destaca una cita tomada de Richard Spruce que revela el sentido ambiental que tenía de la Amazonía. “El río más largo del mundo corre a través de la selva más grande […] Poco a poco comienzo a comprender que en una selva, que es prácticamente ilimitada, casi ocho millones de kilómetros cuadrados cubiertos de árboles y nada más que árboles, donde los nativos no vacilan en talar los árboles más nobles que se cruzan en su camino, como nosotros lo hacemos con la maleza más vil, un solo árbol destruido no deja un hueco mayor y no es más extrañado que un brote de hierba o una amapola que uno arranca en un campo inglés”. Y en el segundo nos dice: “Los ríos son extremadamente importantes en la mitología y la superstición de los indígenas. Son la habitación de innumerables criaturas sobrenaturales, muchas de las cuales deben ser consultadas, aplacadas y pacificadas por intervención del chamán”. Así empieza la nota sobre la región sagrada del Jirijirimo, raudales del río Apaporis en el Vaupés que sigue así: “Estos seres sobrenaturales actúan principalmente en la vecindad de los numerosos raudales de los ríos donde, naturalmente, los humanos enfrentan mayor peligro que en las aguas tranquilas. Por lo general el río es el Señor de los Peces y debe ser aplacado por las súplicas de los payés, aunque existen otros espíritus menores que operan en los cursos de agua más pequeños”.

El bejuco del alma: los médicos tradicionales de la Amazonia colombiana, sus plantas y sus ritualeses la historia de un tiempo que fue. Un tiempo en que el indio amazónico era libre de errar por las selvas y los ríos y vivía feliz con las instituciones sociales que había desarrollado, sin que lo afectaran la aculturación ni la destrucción de sus antiguas sociedades y de los bosques vírgenes, producidas por la intrusión de los intereses comerciales , los esfuerzos de los misioneros, el turismo y los intentos supuestamente bien intencionados del gobierno y la burocracia de reemplazar esta herencia preciosa de un pueblo aborigen por algo extraño a su cultura y a su ambiente natural” (Introducción, pág. 13).

Además de su enorme trabajo etnobotánico, Schultes realizó un registró extraordinario, en fotografías en blanco y negro, de la vida y el ambiente indígenas de la amazonía. “El simple hecho de mantener una cámara en funcionamiento en el húmedo medio del Amazonas ya es un logro, pero estas fotografías son, además, excepcionales registros de diversos aspectos de la vida de las tribus de la Amazonía colombiana. La importancia de estas imágenes es incalculable puesto que fueron tomadas cuando la Amazonía permanecía más o menos prístina, y las tribus vivían bastante alejadas de la influencia de la civilización occidental” (prologo de sir Ghillean T. Prance). Muchas de esas fotografías dan cuerpo al libro complementándolas con información etnobotánica y química.

La exposición de la biblioteca Luis Ángel Arango nos trae ahora fotografías que no quedaron incluidas en ese libro y que fueron publicadas en el libro The Lost Amazon:The Photographic Journey of Richard Evans Schultes en 2004 por Chronicle Books e incluye notas de campo de Shultes, además de de la cámara Roliflex, histórica por tan buenas fotos que pudo regalarnos como testimonio de un mundo que ya no existe como lo vieran los ojos y la lente de ese viajero y sabio del ambiente de mayor biodiversidad del mundo.

viernes, 3 de abril de 2009

Presentación

Inicio mi blog con el tema ambiental, en especial con entradas referentes a Pensamiento Ambiental.

jorgeche