ANGEL M., Augusto (1995) La fragilidad ambiental de la cultura. Bogotá, editorial Universidad Nacional – Instituto de Estudios Ambientales (IDEA)
Nadie duda hoy, al final de esta primera década del siglo XXI, de la crisis ambiental, ni de que es una crisis global. Tal vez el acento deba colocarse en las características de la crisis ambiental global, que es una crisis civilizatoria, vale decir, toda la llamada civilización occidental está en crisis. Nos dice Ángel Maya: “El problema ambiental está, por lo general, mal planteado en la arena del debate teórico y en la acción práctica. No es un problema que atañe solamente a los ecosistemas naturales o que se pueda solucionar simplemente con medidas tecnológicas. Requiere la formación de una nueva sociedad”. Y agrega: “lo que diferencia el peligro actual de los anteriores es que éste se ha hecho planetario y se extiende a la totalidad del sistema vivo” por lo que la exigencia actual es la de “encontrar los instrumentos culturales adecuados para la supervivencia de la vida”.
Con este problema en mente, Augusto Ángel Maya escribe La fragilidad ambiental de la cultura, ensayo en el cual “intenta repasar la historia de la cultura, mirándola desde una perspectiva ambiental”. Encuentra lo difícil que es rastrear, desde esta perspectiva, “el estado de los ecosistemas y su influencia en la formación de los sistemas culturales, la transformación del medio debida a la orientación de la cultura y la manera como la naturaleza se venga de las construcciones culturales que sobrepasan sus propios márgenes ambientales” y reconoce esa limitación en su trabajo. La segunda limitación que encuentra depende del «método ambiental de análisis»” pues no es fácil, dice, escapar a de los reduccionismos: “La perspectiva ambiental está atrapada entre el reduccionismo biologicista y el sobrenaturalismo de las ciencias sociales” en que a la “naturaleza no se le concibe como un sistema, sino como una pista de baile para la fiesta humana”.
El método que asume Ángel Maya comprende tres aspectos o asertos. El primero que “la cultura se forma en la actividad transformadora del medio”, en lo cual le da razón parcial al determinismo geográfico que “es falso porque es incompleto” pues reduce la complejidad de las causalidades históricas. El segundo aspecto tiene que ver con “la manera como los sistemas culturales transforman su medio” en el cual se ha hecho énfasis en el impacto ambiental, como puede verse en todas las culturas agrarias. El tercer aspecto, “el más difícil de manejar” es la viceversa del segundo y en su concepto el más interesante: “la violencia de los impactos ambientales en las transformaciones de los sistemas culturales” y que traduce en la pregunta problemática: “¿Cómo medir la némesis de la naturaleza, la venganza muchas veces sutil pero con frecuencia violenta que derriba las culturas no adaptativas?”. En su trabajo cita algunos ejemplos, “que no dejan de ser hipótesis”: Los suelos salinizados que sepultan la Ur de los Caldeos, el problema de agua en las selvas del Petén de los mayas, las pestes de la Europa desnutrida del siglo XV, los valles deforestados del Himalaya…
El tercer aspecto no se reconoce ni se acepta y de allí surgen los sesgos del ambientalismo moderno. “No se quiere o se teme reconocer que la crisis ambiental está desafiando la estabilidad del sistema cultural en su conjunto. No es solamente el aparato tecnológico el que está en juego. No se trata tampoco de un problema exclusivamente ecológico. La naturaleza está amenazada conjuntamente con el hombre y con la cultura”. El ambientalismo, como se puede rastrear en las conferencias internacionales, se parapeta en las soluciones tecnológicas y “deja intactas las raíces económicas y sociales del problema ambiental. La sociedad actual, y esta afirmación se refiere principalmente a los países en desarrollo, “no está dispuesta a modificar los niveles de consumo y de acumulación que generan el cáncer ambiental que corroe la tierra”.
El sistema cultural, en la concepción de Angel Maya, “se adapta por medio de herramientas materiales” tanto como por medio de las organizaciones sociales y las formaciones simbólicas. Para el caso cita la esclavitud, responsable del deterioro ambiental en los imperios agrarios, y el derecho absoluto de propiedad, herencia del derecho romano, “raíz del despilfarro de recursos y del uso abusivo de los mismos”. Por eso, si hay solución y es la que propone, “la crisis ambiental moderna exige una nueva manera de comprender y de construir los sistemas culturales del hombre”. No basta la conciencia de la crisis ni el arrepentimiento por los daños causados, con la confianza en que la tecnología pueda solucionar los problemas, si no se repiensa “la totalidad de las formas adaptativas de la cultura, desde la tecnología hasta el mito”. Con esta afirmación concluye el ensayo Augusto Ángel Maya.
Nadie duda hoy, al final de esta primera década del siglo XXI, de la crisis ambiental, ni de que es una crisis global. Tal vez el acento deba colocarse en las características de la crisis ambiental global, que es una crisis civilizatoria, vale decir, toda la llamada civilización occidental está en crisis. Nos dice Ángel Maya: “El problema ambiental está, por lo general, mal planteado en la arena del debate teórico y en la acción práctica. No es un problema que atañe solamente a los ecosistemas naturales o que se pueda solucionar simplemente con medidas tecnológicas. Requiere la formación de una nueva sociedad”. Y agrega: “lo que diferencia el peligro actual de los anteriores es que éste se ha hecho planetario y se extiende a la totalidad del sistema vivo” por lo que la exigencia actual es la de “encontrar los instrumentos culturales adecuados para la supervivencia de la vida”.
Con este problema en mente, Augusto Ángel Maya escribe La fragilidad ambiental de la cultura, ensayo en el cual “intenta repasar la historia de la cultura, mirándola desde una perspectiva ambiental”. Encuentra lo difícil que es rastrear, desde esta perspectiva, “el estado de los ecosistemas y su influencia en la formación de los sistemas culturales, la transformación del medio debida a la orientación de la cultura y la manera como la naturaleza se venga de las construcciones culturales que sobrepasan sus propios márgenes ambientales” y reconoce esa limitación en su trabajo. La segunda limitación que encuentra depende del «método ambiental de análisis»” pues no es fácil, dice, escapar a de los reduccionismos: “La perspectiva ambiental está atrapada entre el reduccionismo biologicista y el sobrenaturalismo de las ciencias sociales” en que a la “naturaleza no se le concibe como un sistema, sino como una pista de baile para la fiesta humana”.
El método que asume Ángel Maya comprende tres aspectos o asertos. El primero que “la cultura se forma en la actividad transformadora del medio”, en lo cual le da razón parcial al determinismo geográfico que “es falso porque es incompleto” pues reduce la complejidad de las causalidades históricas. El segundo aspecto tiene que ver con “la manera como los sistemas culturales transforman su medio” en el cual se ha hecho énfasis en el impacto ambiental, como puede verse en todas las culturas agrarias. El tercer aspecto, “el más difícil de manejar” es la viceversa del segundo y en su concepto el más interesante: “la violencia de los impactos ambientales en las transformaciones de los sistemas culturales” y que traduce en la pregunta problemática: “¿Cómo medir la némesis de la naturaleza, la venganza muchas veces sutil pero con frecuencia violenta que derriba las culturas no adaptativas?”. En su trabajo cita algunos ejemplos, “que no dejan de ser hipótesis”: Los suelos salinizados que sepultan la Ur de los Caldeos, el problema de agua en las selvas del Petén de los mayas, las pestes de la Europa desnutrida del siglo XV, los valles deforestados del Himalaya…
El tercer aspecto no se reconoce ni se acepta y de allí surgen los sesgos del ambientalismo moderno. “No se quiere o se teme reconocer que la crisis ambiental está desafiando la estabilidad del sistema cultural en su conjunto. No es solamente el aparato tecnológico el que está en juego. No se trata tampoco de un problema exclusivamente ecológico. La naturaleza está amenazada conjuntamente con el hombre y con la cultura”. El ambientalismo, como se puede rastrear en las conferencias internacionales, se parapeta en las soluciones tecnológicas y “deja intactas las raíces económicas y sociales del problema ambiental. La sociedad actual, y esta afirmación se refiere principalmente a los países en desarrollo, “no está dispuesta a modificar los niveles de consumo y de acumulación que generan el cáncer ambiental que corroe la tierra”.
El sistema cultural, en la concepción de Angel Maya, “se adapta por medio de herramientas materiales” tanto como por medio de las organizaciones sociales y las formaciones simbólicas. Para el caso cita la esclavitud, responsable del deterioro ambiental en los imperios agrarios, y el derecho absoluto de propiedad, herencia del derecho romano, “raíz del despilfarro de recursos y del uso abusivo de los mismos”. Por eso, si hay solución y es la que propone, “la crisis ambiental moderna exige una nueva manera de comprender y de construir los sistemas culturales del hombre”. No basta la conciencia de la crisis ni el arrepentimiento por los daños causados, con la confianza en que la tecnología pueda solucionar los problemas, si no se repiensa “la totalidad de las formas adaptativas de la cultura, desde la tecnología hasta el mito”. Con esta afirmación concluye el ensayo Augusto Ángel Maya.
Perfecto, ahora sí.
ResponderEliminarCon el buen contenido que ofreces y con perseverancia ganarás pronto seguidores de otros blogs.
Yo también me pasaré de vez en cuando a disfrutar y a aprender.
Suerte Jorge, un abrazo.