Testimonio de un mundo que ya no existe como lo registró el fotógrafo
Richard Evan Schultes (1915-2001) además de destacado etnobotánico del siglo XX que abre al mundo las puertas del estudio de plantas medicinales y sagradas del Amazonas y del mundo, se muestra como un perspicaz observador del ambiente y el contexto en que se desarrollan las plantas. Así lo muestran sus fotografías que expone en Bogotá en su centro de eventos la Biblioteca Luis Angel Arango del Banco de la República. Autor de libros paradigmáticos como Plantas de los dioses: orígenes del uso de los alucinógenos y El bejuco del alma: los médicos tradicionales de la Amazonia colombiana, sus plantas y sus rituales, el primero en colaboración con Albert Hofmann, y el segundo con Robert F. Raffauf, nos muestra en esta exposición su mirada ambiental de un mundo que para entonces (década del 40, siglo XX) era mítico y casi desconocido. Hacia apenas un poco más de una década que José Eustasio Rivera había publicado su novela de la selva La Vorágine.
Apenas iniciado el primero de estos dos libros, Schultes destaca una cita tomada de Richard Spruce que revela el sentido ambiental que tenía de la Amazonía. “El río más largo del mundo corre a través de la selva más grande […] Poco a poco comienzo a comprender que en una selva, que es prácticamente ilimitada, casi ocho millones de kilómetros cuadrados cubiertos de árboles y nada más que árboles, donde los nativos no vacilan en talar los árboles más nobles que se cruzan en su camino, como nosotros lo hacemos con la maleza más vil, un solo árbol destruido no deja un hueco mayor y no es más extrañado que un brote de hierba o una amapola que uno arranca en un campo inglés”. Y en el segundo nos dice: “Los ríos son extremadamente importantes en la mitología y la superstición de los indígenas. Son la habitación de innumerables criaturas sobrenaturales, muchas de las cuales deben ser consultadas, aplacadas y pacificadas por intervención del chamán”. Así empieza la nota sobre la región sagrada del Jirijirimo, raudales del río Apaporis en el Vaupés que sigue así: “Estos seres sobrenaturales actúan principalmente en la vecindad de los numerosos raudales de los ríos donde, naturalmente, los humanos enfrentan mayor peligro que en las aguas tranquilas. Por lo general el río es el Señor de los Peces y debe ser aplacado por las súplicas de los payés, aunque existen otros espíritus menores que operan en los cursos de agua más pequeños”.
El bejuco del alma: los médicos tradicionales de la Amazonia colombiana, sus plantas y sus rituales “es la historia de un tiempo que fue. Un tiempo en que el indio amazónico era libre de errar por las selvas y los ríos y vivía feliz con las instituciones sociales que había desarrollado, sin que lo afectaran la aculturación ni la destrucción de sus antiguas sociedades y de los bosques vírgenes, producidas por la intrusión de los intereses comerciales , los esfuerzos de los misioneros, el turismo y los intentos supuestamente bien intencionados del gobierno y la burocracia de reemplazar esta herencia preciosa de un pueblo aborigen por algo extraño a su cultura y a su ambiente natural” (Introducción, pág. 13).
Además de su enorme trabajo etnobotánico, Schultes realizó un registró extraordinario, en fotografías en blanco y negro, de la vida y el ambiente indígenas de la amazonía. “El simple hecho de mantener una cámara en funcionamiento en el húmedo medio del Amazonas ya es un logro, pero estas fotografías son, además, excepcionales registros de diversos aspectos de la vida de las tribus de la Amazonía colombiana. La importancia de estas imágenes es incalculable puesto que fueron tomadas cuando la Amazonía permanecía más o menos prístina, y las tribus vivían bastante alejadas de la influencia de la civilización occidental” (prologo de sir Ghillean T. Prance). Muchas de esas fotografías dan cuerpo al libro complementándolas con información etnobotánica y química.
La exposición de la biblioteca Luis Ángel Arango nos trae ahora fotografías que no quedaron incluidas en ese libro y que fueron publicadas en el libro The Lost Amazon:The Photographic Journey of Richard Evans Schultes en 2004 por Chronicle Books e incluye notas de campo de Shultes, además de de la cámara Roliflex, histórica por tan buenas fotos que pudo regalarnos como testimonio de un mundo que ya no existe como lo vieran los ojos y la lente de ese viajero y sabio del ambiente de mayor biodiversidad del mundo.
Apenas iniciado el primero de estos dos libros, Schultes destaca una cita tomada de Richard Spruce que revela el sentido ambiental que tenía de la Amazonía. “El río más largo del mundo corre a través de la selva más grande […] Poco a poco comienzo a comprender que en una selva, que es prácticamente ilimitada, casi ocho millones de kilómetros cuadrados cubiertos de árboles y nada más que árboles, donde los nativos no vacilan en talar los árboles más nobles que se cruzan en su camino, como nosotros lo hacemos con la maleza más vil, un solo árbol destruido no deja un hueco mayor y no es más extrañado que un brote de hierba o una amapola que uno arranca en un campo inglés”. Y en el segundo nos dice: “Los ríos son extremadamente importantes en la mitología y la superstición de los indígenas. Son la habitación de innumerables criaturas sobrenaturales, muchas de las cuales deben ser consultadas, aplacadas y pacificadas por intervención del chamán”. Así empieza la nota sobre la región sagrada del Jirijirimo, raudales del río Apaporis en el Vaupés que sigue así: “Estos seres sobrenaturales actúan principalmente en la vecindad de los numerosos raudales de los ríos donde, naturalmente, los humanos enfrentan mayor peligro que en las aguas tranquilas. Por lo general el río es el Señor de los Peces y debe ser aplacado por las súplicas de los payés, aunque existen otros espíritus menores que operan en los cursos de agua más pequeños”.
El bejuco del alma: los médicos tradicionales de la Amazonia colombiana, sus plantas y sus rituales “es la historia de un tiempo que fue. Un tiempo en que el indio amazónico era libre de errar por las selvas y los ríos y vivía feliz con las instituciones sociales que había desarrollado, sin que lo afectaran la aculturación ni la destrucción de sus antiguas sociedades y de los bosques vírgenes, producidas por la intrusión de los intereses comerciales , los esfuerzos de los misioneros, el turismo y los intentos supuestamente bien intencionados del gobierno y la burocracia de reemplazar esta herencia preciosa de un pueblo aborigen por algo extraño a su cultura y a su ambiente natural” (Introducción, pág. 13).
Además de su enorme trabajo etnobotánico, Schultes realizó un registró extraordinario, en fotografías en blanco y negro, de la vida y el ambiente indígenas de la amazonía. “El simple hecho de mantener una cámara en funcionamiento en el húmedo medio del Amazonas ya es un logro, pero estas fotografías son, además, excepcionales registros de diversos aspectos de la vida de las tribus de la Amazonía colombiana. La importancia de estas imágenes es incalculable puesto que fueron tomadas cuando la Amazonía permanecía más o menos prístina, y las tribus vivían bastante alejadas de la influencia de la civilización occidental” (prologo de sir Ghillean T. Prance). Muchas de esas fotografías dan cuerpo al libro complementándolas con información etnobotánica y química.
La exposición de la biblioteca Luis Ángel Arango nos trae ahora fotografías que no quedaron incluidas en ese libro y que fueron publicadas en el libro The Lost Amazon:The Photographic Journey of Richard Evans Schultes en 2004 por Chronicle Books e incluye notas de campo de Shultes, además de de la cámara Roliflex, histórica por tan buenas fotos que pudo regalarnos como testimonio de un mundo que ya no existe como lo vieran los ojos y la lente de ese viajero y sabio del ambiente de mayor biodiversidad del mundo.
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